El Caribe, la última frontera. Hecha de un mar de jade, brillante, en algún punto indefinido entre el verde y el azul, transparente sobre un fondo de suave y blanca arena por donde cruzan mil kilómetros de arrecife de coral. ¿Quién necesita una excusa para encontrarse con la belleza?
Al fin y al cabo el reclamo viene de lejos. Un mar lleno de pequeñas islas y repleto de historias y leyendas de piratas, filibusteros, bucaneros y corsarios que surcaban las aguas al asalto del oro y las joyas que se transportaban desde el nuevo al viejo continente.
Ah. El sabor de la aventura. Mar, playas, damiselas, tesoros escondidos, villanos con barco a por el oro ajeno. ¿Y pensamos que el tiempo ha pasado? Pequeños matices pero manteniendo a los mismos protagonistas.
Una máquina de hacer dinero en forma de paraíso. Territorio gringo en México. El nuevo campo de recreo estadounidense que antes tenía en Cuba sus idílicos mares y al que ahora acompañan muchos otros visitantes llegados de muchos rincones del planeta y para los que la tumbona y el cuerpo incandescente bajo el sol conforman el añorado tesoro.
Sin embargo, hay mucho más allá de complejos hoteleros que invaden la playa, apropiándose de lo que no es suyo y cerrando el paso a quién no porte pulsera mágica. Afortunadamente hay mucho Caribe para todos incluso para los envidiosos de los naufragios que quieran perderse en alguna playa desierta.
No son muchas pero las hay. Incluso en terrenos propiamente turísticos como la isla de Cozumel, basta con hacerse con una moto para alejarte de todo y tener kilómetros de playa para ti. Si. Montar en moto. Reencontrase con viejos placeres mientras el aire salado por la mar te golpe la cara.
Cozumel fue además la perfecta excusa para reencontrarse con el buceo marino, con esas inmersiones a 30 metros entre la fauna marina. Descubierto por el mítico Jacques-Yves Cousteau y encumbrado como un lugar obligatorio de buceo mundial. ¿Quién soy yo para dudar del Comandante Cousteau? Experto en cocina marítima… sopas de sobre no, no, no.
Fueron unas inmersiones muy disfrutables, cargadas de tortugas, algún que otro tiburón gato (absolutamente inofensivo, créanme) y mucho mucho mariscazo que corría bajo las rocas al vernos venir. Mucho me temo que por mucho que sea una reserva Natural, más de una langosta ha pasado por el agua hirviendo de alguna cazuela local.
Sin embargo, no consiguieron que me olvidara de las aguas indonesias. Hasta la fecha, las mejores que he buceado y eso que en Cozumel los peces te ignoran de la manera más absoluta acercándose hasta poco más un par de palmos peces ángel, meros, peces ballesta y hasta barracudas. Aquí sólo los crustáceos corren por sus vidas.
El problema de bucear es que arruina tu experiencia de snorkel de por vida. Desde la superficie del agua todo está demasiado lejos. Pero si no estáis echados a perder como yo, hay mucha vida para pasarse las horas muertas como una boya en los agradables 27º del agua.
El ajetreo turístico de lugares como Cancún, Playa del Carmen o la propia Cozumel, lleno de beach clubs, discotecas, restaurantes y centenares de carteles con las palabras “Fun” “Buckets of beers” “2×1” “happy hour” contrastan con otros lugares más perdidos como las propias playas de Tulum, donde apenas hay una sombra en la que cobijarse.
O sin duda uno de mis rincones favoritos. No es el más bonito pero tiene un noseque que queseyo. Isla Mujeres. No hagáis caso a la publicidad de su nombre. Asuntos turbios de marketing, me temo. El nombre se lo pusieron los conquistadores españoles cuando llegaron a sus costas y se las encontraron llenas de figuras de mujeres. Repito: figuras, pues la isla, a tiro de piedra de Cancún se utilizaba para adorar a la diosa maya Ixchel. Vivir en la mentira. Una constante.
Y entonces, ¿qué atractivo tiene este pequeño islote de apenas 13 kilómetros de largo? Pues que rezuma tranquilidad, sobran las hamacas y no hay mejor lugar para pasar las horas muertas bajo una palmera, con el mar a un lado y sumergiéndose entre remojo y remojo en las páginas de un buen libro.
No soy el único que lo considera un buen lugar para pasar un tiempo. Otros lo han llevado al extremo. Richard “Rishi” Sowa descubrió la solución. En sus propias palabras, la basura es la llave para el paraíso. Y a partir de unas 300.000 botellas de plástico llenas de aire ha creado su propia isla artificial. Lógico. Si no encuentras una isla para ti ¿Por qué no crear una? La basura y el reciclaje son la clave.
Fueron unos fantásticos días que sirvieron para despedirse de México, una auténtica e inesperada sorpresa, un país lleno de caras, tan rico en cultura y tradiciones y gente encantadora al que sólo puedo desearle una mejor suerte. Han sido casi tres meses por aquí, por este inmenso lugar, pero tan variopinto que ha sido como haber visitado tres o cuatro países diferentes.
Por aquí han pasado las montañas del Norte, las costas revueltas que miran al Pacífico, las casitas bajas, los tacos, las gorditas, las quesadillas, las gringas y las enchiladas como sustento básico, la música de los mariachi, la inmensidad de la Ciudad de México, la musicalidad de Guadalajara, las fantásticas colinas de Guanajuato, los mágicos lugares de Michoacán y las selvas de Chiapas, los aztecas, los mayas, Teotihuacán, los cenotes, las fiestas de Oaxaca. La gente.
La gente. La misma, maravillosa, que ha hecho sentir mi hospitalidad como rácana, que te abre sus casas sin conocerte, que te acompañan y te ayudan, curiosa y con gran sentido del humor. En México me he sentido como en casa. Muchísimas gracias. Sois fantásticos.
Y ahora, desde Cancún, con el color de sus aguas cristalinas aún grabado en mis retinas, terminando de escribir estas líneas, ya sólo hay una cosa que falta. Hacer, después de tantas y tantas veces, la mochila por última vez.
Cancún, 3 de Noviembre de 2010
Me encantaría ir a la zona de Riviera Maya y alojarme en algún Hotel en Playa del Carmen para pasarla de la mejor manera en mis vacaciones. Saludos
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